domingo, 28 de diciembre de 2008

SE VENDE


Este es el cartel que habitualmente estamos acostumbrados a ver en las ventanas de los pisos, bajeras y últimamente en los cristales de muchos coches. No se preocupen no les voy a hablar de la crisis económica mundial.

Este título responde a un nuevo fenómeno que se está dando en el mundo, tanto por parte de multimillonarios a nivel particular como de multinacionales y países ricos. ¿Qué hacen? Comprar grandes extensiones de tierras en países en vías de desarrollo o países pobres. Como vemos, en esta economía de mercado global ya no se salvan ni los países, surgiendo una nueva forma de imperialismo, como lo que sufrieron muchas partes del mundo a lo largo del siglo XIX y XX.

A lo largo de los años 2006-2007 e inicios de 2008 hemos asistido a un aumento considerable de los precios de los alimentos y de las materias primas. En 2007 la FAO estimaba en 963 millones de personas que pasaban hambre y para el año 2008 se le añadirían 40 millones de personas más. Que decir de los años siguientes sumergidos en esta cruel crisis económica, creada por los ricos y pagada por los pobres con millones de muertos.

Se está produciendo una carrera por parte de los países ricos y las multinacionales por adueñarse de las tierras de los estados latinoamericanos, asiáticos y africanos. Esto lo hacen las naciones ricas para asegurarse suficientes reservas alimentarías de comida, y las multinacionales para hacer negocio ahora que la bolsa no da beneficios.

Ya hace una década, que muchos multimillonarios se dedicaron a comprar grandes extensiones de tierras agrícolas en la Pampa argentina. Por ejemplo nuestra multinacional papelera ENCE que compró miles de hectáreas de terreno en Uruguay para plantar eucaliptos con lo que abastecer sus plantas papeleras.

Ante la escasez de alimentos, algunos de los países productores de estos alimentos habían empezado a tomar medidas proteccionistas a sus exportaciones, para así asegurarse su propia alimentación, tal es el caso de Argentina, Tailandia u otros países del suroeste asiático.

Con estas compras de terrenos agrícolas pretenden asegurarse una disponibilidad alimentaría y protegerse del proteccionismo de los países productores. Se prevé que a medio y largo plazo van a volver a subir los precios de la alimentación por la escasez de su producción, pues se calcula que para el año 2050, la producción de alimentos va a tener que doblarse para satisfacer la demanda mundial.

China, India, Japón, Malasia, Corea del Sur, Egipto, Libia, los países del golfo Pérsico que presentan un gran desarrollo económico pero también demográfico han constatado la falta de tierras agrícolas y de agua tan necesaria para la agricultura. Todos estos países son grandes importadores de alimentos.

Estos países ricos compran o alquilan tierras a los países pobres a precios muy bajos. Los países pobres carecen de inversiones y no tiene tecnología que les permita aumentar su producción agrícola para salir de su subsistencia.

Este proceso está provocando grandes resistencias. Paraguay acaba de aprobar una legislación que prohíbe la venta de tierras a los extranjeros. Lo mismo está sucediendo en Uruguay y en Brasil y no tardaremos en verlo en Argentina. Esto se produce en estos países pues no solo son las tierras sino lo que hay debajo de ellas, el agua. Debajo de estas tierras se encuentra uno de los acuíferos más grandes del mundo, el acuífero Guaraní, que tiene una extensión de más del doble que España y, que está en el punto de mira de los Estados Unidos (que presentarán grandes carencias hídricas para el 2040) y de multinacionales como Coca Cola, Pepsi Cola y grandes embotelladoras de agua. Además con un posible uso para lo obtención de hidrógeno.

Hace poco podíamos leer en la prensa, como la multinacional coreana Daewoo Logistics Corporation, intentaba alquilar para cien años la mitad de las tierras cultivables de Madagascar, para la producción de maíz y asegurarse su autoabastecimiento

La zona seleccionada se sitúa en el suroeste de la isla, que es una zona muy árida, pero que tiene una gran abundancia en especies de flora y fauna y que alterará la vida de la tribu nómada de los Sakalava.

Sin embargo, el 70 % de la población de Madagascar, unos 14 millones de personas, viven bajo el umbral de la pobreza y más de medio millón de personas reciben asistencia del programa Mundial de Alimentos.

Este proyecto ha levantado grandes protestas y es en el propio Madagascar donde más se da, pues el acceso a la propiedad de la tierra resulta muy complicado, habiendo miles de campesinos que ocupan todavía de forma no regular, muchas fincas que fueron abandonadas por los colonos franceses tras el proceso de autodeterminación.

Las multinacionales también han entrado en el proceso de compra. Muchas están interesadas en los campos de cereales, pero también para la producción del biodiésel. Este es un cultivo muy intensivo en el uso del agua y de abonos químicos y que provoca la apertura de nuevos terrenos, generalmente espacios naturales, como ha sucedido en Etiopia o adquiriendo fincas a pequeños agricultores que pasan a ser jornaleros o expulsados de sus tierras a los extrarradios de las grandes ciudades provocando su lumperización.

Media docena de multinacionales se han implantado en Tanzania, donde el gobierno les ha proporcionado tierras. Sirva como ejemplo Alemania que tiene un proyecto para la producción de biodiésel en unas 200.000 Ha. de este país.

Los países del golfo Pérsico con una gran capacidad financiera y con pocas posibilidades agrarias dadas las características de su terreno y su climatología se están extendiendo en países como Pakistán, Brasil y están empezando a apostar por África, como zonas que les aseguren la alimentación de su población.

China, país con un gran desarrollo industrial y demográfico que cada vez tiene más problemas en su progreso agrícola por la fuerte carencia de agua. Año a año se irá agravando, lo que hará que no tenga capacidad para alimentar a su población. Está desarrollando una política de acuerdos de cooperación. Actualmente ya dispone de más de 35 acuerdos con países asiáticos y africanos, que le permiten la producción de arroz, maíz, soja y biocombustibles mientras que ellos les aportan tecnología y financiación para el desarrollo de estos países.

Todos este proceso si fuera ordenado y con supervisión de organismos internacionales como la FAO podrían ser beneficiosos si hubiera un equilibrio en los contratos bilaterales, donde los países pobres recibieran transferencias tecnológicas y financieras dedicadas al desarrollo de su economía y para asegurar un futuro a su población. Esto no solo no está ocurriendo, pues no se está dando nada a estos países con lo cual les sumerge en una mayor pobreza, degradan su flora y fauna, esquilman su agua y contaminan sus tierras con todo tipo de abonos químicos y pesticidas, haciendo desaparecer las poblaciones locales y sus culturas milenarias.

Estamos volviendo a ver el surgimiento de un nuevo neocolonialismo con todos sus vicios y maldades. Es necesario e imprescindible denunciar todos estos hechos y demandar a los organismos internacionales su intervención, regulando todos estos procesos de una forma clara y para que una vez más no sean los pueblos pobres los paganos de una economía mundial neoliberal no sostenible para nuestro planeta.



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